¡PRECAUCIÓN!
De aquí en adelante puede que Ud. se tope con “la tautología sobre la tautología fustigándola con la tautología”. Creo –y en esto estoy muy seguro–, que, a la mayoría, por no decir a todos, este abracadabra entre las comillas no le sonará de nada, pero, por favor, no temer a lo desconocido a primera vista, porque puede que luego la flor del sinsentido se abra y notareis la fragancia del sentido. Que poético, caramba.
Entonces.
Otro día, después de leer el artículo, sobre las ofertas de trabajo, me acordé de mi experiencia, de obtener el trabajo donde estoy trabajando hoy en día, y la conté a mi amigo, mr. Dot, y reímos un montón. Después, él, me preguntó si me gustaría escribirla y publicarla en su recién abierto blog. Le dije que sí. Total, si sólo la van a ver un par de miles de personas. Así que aquí está.
Bueno.
Hoy por hoy trabajo como el jefe del equipo de saneamiento. Para ser un poco fino sé que unas de las denominaciones que la RAE le da son: Conjunto de técnicas y sistemas destinados a mejorar las condiciones higiénicas de un edificio, una comunidad o una ciudad; y Sistema de evacuación y tratamiento de los residuos urbanos e industriales de una ciudad. O sea, para ser aún más fino, sería que yo, junto con mi equipo, limpiamos la ciudad de la mierda de la gente, que se atasca en las tuberías de los edificios y los canales subterráneos. ¿Y alguien podría decir que no somos bravos e indispensables? No, porque si lo dice le dejo sin sanear sus tuberías y toda la mierda, y no solamente suya sino de todo el edificio, saldrá a la vista y será muy desagradable verla corriendo por las calles o en su casa. Y créanme es nauseabundo.
Pero bueno, no es eso lo quiero contar, aunque es muy importante entender que nuestra labor, lo de limpiar mierda de la gente, es más que importante… es ¡IMPORTANTÍSIMO!
Entonces.
Antes de que me invitasen a trabajar tuve que pasar una selección. Sí sí, una selección, como si de un puesto ministerial se tratase… oh, perdón, he dicho una tontería. Quería decir que aquí, para que te cojan como un saneador, has de demostrar que tienes estudios previos y luego pasar por algunas entrevistas y luego hay que hacer algunas pruebas de aptitud y ahí, para ser un senador, simplemente escogen a dedo, así que no es un ejemplo bueno, perdón.
Total.
¿Por qué me apunté a esta oferta? ¿Acaso en algún momento de mi vida pensé que cuando crezca quisiera ser un saneador? No. Simplemente me topé con unos cuantos problemas, como hipoteca; el segundo crédito para cubrir la deuda de mi hermano; reparación del coche destrozado; el tercer embarazo de mi mujer, y algunas cositas más. Y hacía ya dos semanas que me habían despedido de mi último trabajo, por echar un cubo con la pintura al cabrón de director general. Porque este cabrón no me había pagado, de hecho, no había pagado a casi todo el equipo, durante tres meses. Así que después de unas cortas vacaciones de dos semanas tuve que ponerme las pilas. Volver a la fábrica de la pintura no quería y el trabajo de oficina, de un plancton, no es lo mío, así que me dijeron que hay una suculenta oferta. Y ya estoy aquí.
Le envié, a la empresa, mi CV y muy rápidamente, en unos 10 días, me contestaron. Me invitaron a hacer la primera entrevista online, para conocerme, porque como resultó ser no era la empresa misma a donde envié sino a executive search agency. Que elegante suena, parece que ahí trabajan sólo aristócratas. Bueno. Me llamaron y por Skype y, sentado en el váter, le contaba mi experiencia laboral y mis estudios. Me hizo un montón de preguntas, como, ¿mis gustos en la comida sana? y le dije que me gusta un trozo de panceta con sal y pan negro; y, ¿mis preferencias en el deporte, para mantenerme en forma? y le dije que hacer 30 dominadas en la barra fija e ir a bañarse en agua fría; y, ¿mi actitud hacia los superiores? y le dije que les follen… no, es broma, le dije que buena, siempre intento llegar a un consenso –y es la verdadera verdad. Al final de la entrevista me pareció que todo fue bien, y así fue. Me invitaron a hacer la segunda entrevista online con el jefe del departamento de human resources. Que potente suena, eso de utilizar anglicismos en otros idiomas, como si la lengua materna fuera algo barato… algo que no esté a la altura de estatus que da el sonido extraño del idioma inglés.
Bueno. Unos tres días más y me llamó la secretaria de la empresa, preguntándome si todavía seguía interesado en la oferta y le dije que sí, carajo. Entonces, me dijo que no cuelgue, que en breve me pasaría con la secretaría del departamento de human resources. Dentro de unos 30 minutos coge el teléfono la secretaria del jefe del departamento de human resources, preguntándome cómo dispongo de tiempo libre para venir a la empresa y hacer una entrevista vis a vis, con ella, y le dije que un momento, que no cuelgue, que voy a consultar un segundo con mi agenda. Y lo dejé, el teléfono, en mi despacho, en el cuarto de baño, y fui a la cocina y desde la nevera saqué un buen pedazo de panceta e hice un bocadillo. Lo comí rápidamente y en unos 3 minutos estaba de vuelta en mi despacho. Me disculpé por la espera, porque había surgido un asunto muy urgente, y le dije que mañana tengo hueco para venir. Así que me invitó.
Al día siguiente me acerco hasta donde está la empresa, mejor dicho, donde están sus oficinas. En la entrada el segurata, como un sebo sin sal, no me creó que yo tenía una cita con la secretaria del jefe del departamento de human resources y con ostentación, mirando mis zapatos, llamó a la secretaría. Hablaron en voz baja y con desgana me dio una tarjetita, un pase interior. Hasta que no desaparecí detrás de la esquina del edificio no me quitó sus ojos porcinos de encima. Me miraba con sospecha, pedazo de puerco.
Me presenté delante del despacho de la secretaria del jefe del departamento de human resources y con cuidado piqué a la puerta. Me invitaron y ahí estaba una señorita de unos 58 años, pero por teléfono su aguda voz parecía a la de la voz de una pelma de mi clase, cuando iba a la escuela… o sea, nada coherente. Me senté enfrente y ella empezó a preguntar casi lo mismo que la de la executive search agency. Que coñazo. Qué talla tengo; qué tipo de ropa me gusta; bla bla bla; si tengo algunos hábitos malos… ¿Cómo qué?, le pregunté, y ella se puso seria y dijo lo más original que sabía, Fumar, por ejemplo. ¿Y eso es un mal hábito? ¡JA! Mentir, por ejemplo, eso es un mal hábito. Fumar es sólo una distracción. Sí, un poco fumo… una cajita y media al día, le dije. Bueno, a eso ella sonrió inocentemente, como si pidiera comprensión por haber soltado un pedo, y rápidamente añadió unos garabatos en su agenda. Una hora de tortura y salí de aquel cuarto, con los cristales empañados de vaho. Salí del territorio y al sacar la cajita de cigarrillos los miré con algo de asco. Ahora, cada vez que fumo un pitillo, salta una imagen de aquella secretaria, cubierta de sudor y pecas. Que sexy, por eso intento fumar menos.
Bueno.
Dentro de un par de días, justo al salir de un super con compras, me llamó la misma secretaria, preguntándome cómo dispongo de tiempo libre para… –vaya coñazos que son con sus protocúlos… perdón, protocolos–, venir a la empresa y hacer una entrevista vis a vis con el mismísimo jefe del departamento de human resources, y le dije que un momento, que no cuelgue, que voy a consultar un segundo con mi agenda, y metí el teléfono encendido en el bolsillo. Me senté ahí mismo, en el borde de la acera, y saqué una lata de cerveza… la abrí y la bebí entera casi de un trago. Saqué el teléfono y le dije que sí, que mañana tengo hueco para ellos. Así que me invitó.
Al colgar el teléfono me quedé un momento sentado en el mismo sitio. Miraba a los transeúntes… a los coches… a las tiendas. Como un pequeño momento de… ¿cómo es esa palabra de moda?… ah, el momento de existencialismo, eso. No sé por qué, pero la situación me parecía de ensueño. Incomprensible.
Al día siguiente, muy arreglado y con el reloj de pulsera, me presenté en el mismo lugar y me recibió el mismo segurata. Me miraba de igual manera como la última vez. Igual que antes, no me creó que yo tenía la entrevista con el mismísimo jefe del departamento de human resources, así que llamó y susurrando algo, mientras me miraba de reojo, colgó el teléfono y me entregó la tarjetita de pase.
Sin prisas me presenté ante el despacho de la secretaria del jefe del departamento de human resources y al entrar, sin llamar antes, me dijo, muy sorprendida, que espere un poco. Bien. Me senté en una de las sillas.
La primera vez miré mi reloj y eran las 11:50. Ningún ruido extraño, sólo el tecleo de la secretaria.
La segunda vez miré el reloj y eran las 12:25. Ningún ruido extraño, salvo el mismo tecleo. Le pregunté si tardaba más, el jefe ese, porque la entrevista se supone que era a las 12:00. Que soy muy maniático en eso de la puntualidad. La chica me dijo que ya queda poco. Vale.
La tercera vez miré el reloj y eran las 12:45. Ningún ruido extraño, salvo el mismo tecleo. Le pregunté cuánto más tardará y me dijo que ya casi está. Me puse de pie y sin contestarle abrí la puerta del jefe y entré, sin hola ni leches.
Y ahí estaba, el mismísimo jefe del departamento de human resources… masturbando bajo la mesa. Idiota.
Nos miramos un momento el uno al otro y entendimos de repente que yo voy a trabajar en esta empresa, como el jefe del equipo de saneamiento. En realidad, no soy el único jefe, hay más, pero de diferentes zonas, y yo me encargo de la zona norte, más alejada de su despacho.
Al final, para trabajar aquí, no me ayudaron ni mi CV ni mis conversaciones con la manager de executive search agency ni con la secretaria del jefe del departamento de human resources ni mi disposición ni actitud sino este pequeño y casual detalle. Qué curiosa es la vida. Tanto fanfarroneo y al final una cagada bien gorda.
La verdad es que no es la única situación, la mía, de conseguir el trabajo de este modo, sino la de muchos, porque luego empecé a preguntar a otros mis conocidos, a amigos, a amigos de mis amigos, etc., y casi todos llegamos a una comprensión de que las grandes empresas contratistas se comportan de igual manera. Crean una especie de aura, a su alrededor, así, que parezca enigmática y muy potente, y exigen del candidato más de lo necesario para el puesto, pero al final, cuando uno entra a trabajar, todo el encanto se desvanece y se ve dónde están los puntos de cagada. Patético.
Mi amigo, el mr. Dot, después de contarle la historia, me dijo que mi historia es muy parecida a la del agrimensor K., de El castillo, de Kafka. La leí y sí que parece, la misma absurdidad, pero en su caso él al final nunca pudo conocer los trapos sucios del dueño del castillo y yo sí. Y huelen.
Lo que quiero decir es que… no, no quiero decir nada, simplemente destacar que hay mucha chochocharla en las ofertas de trabajo, sobre todo en las exigencias y en las etapas de selección, pero al final, ahí dentro, todo es mucho más caótico y falso.
Bueno, por hoy ya está.
Gracias.
Muy divertido y verdadero;)
Los #chochocharla ;)))