Hola a todos.
Otra vez mi amigo mr. Dot me ha dejado el sitio en su blog para quejarme un poco de los cerdos. Aunque eso de llamarlos como cerdos les viene un poco grande. No quiero ofender a los cerdos cuadrúpedos, porque ellos no hacen tal cosa, y los bípedos sí que lo hacen, y bien con ganas.
¿Recordáis que trabajo como el jefe de equipo de saneamiento?
Pues eso, os recuerdo que, ¡soy el jefe! Por lo tanto, ¡conozco a mucha gente importante en altas esferas de la profesión, y no sólo en la profesión!
Por ejemplo, conozco al jefe de la brigada de basureros de élite –los llaman también como “Caballeros nocturnos”, por recoger la mierda cívica pacientemente– que también trabaja como mi amigo. Entonces, otro día, el sábado pasado, salimos por la tarde a tomar unas cervezas, para descansar de las misiones diarias. Enfrente del portal de mi casa hay 2 bancos para sentarse, que siempre están llenas de cagadas de palomas, y detrás de ellos hay 5 grandes contenedores de basura, ¡para echar basura dentro! –que, por cierto, cuestan, cada uno, unos cuantos miles de euros que pagamos–, y, justo al salir del portal, vimos a unos 4 chavales, de unos 14 o 15 años, sentados encima del respaldo de los bancos y armando un jaleo igual que cuando follan cotorras. Bebían algo como Voll Damm, o alguna meada de burro parecida, y cuando terminaban, sin mirar, las latas las tiraban a los pies de los basureros.
Claro está, mi amigo, cuando vio semejante cultura, quiso acercarse a ellos, pero yo, para no estropear la tarde, intenté disuadirle, diciendo que deje en paz a las jóvenes promesas de nueva normalidad, y menos mal que no me hizo caso. Entonces, nos acercamos a ellos y mi amigo les pregunta de por qué tiran las latas al suelo, cuando el gran basurero estaba sólo a 3 metros tras suyo. Y uno de ellos, el más chillón, el hijito de mi vecina –tiene un apodo: “elporrito”–, empezó a vomitar algo en su jerga marciana, algo como rap, y el resto de los compis mirando, quedándose cuajados. No nos enteramos de na de lo que decía, porque las palabras no tenían conexión. Entonces, mi amigo volvió a preguntar lo mismo y el tío, elporrito, bajó de su pértiga y con chulería, con los vaqueros bajados en plan de cagao, se le acercó, respirándole en el ombligo. Empezó a contestar algo, recitando su rap local-marciano, y aquí ya… nosotros ya no pudimos aguantar la tensión y nos partimos de risa. Entonces elporrito empujó a mi amigo –con altura de 1,94cm y peso de 96kg, ex deportista de lucha libre– y empezó histéricamente chillar, como un perro. Intentamos tranquilizarle, pero no había manera.
En poco rato una vecina del 3ro B sacó su peludo morro fuera de la ventana y se puso a regañarnos con voz en cuello, diciendo que no les peguemos a los niños. ¿Niños? Si estos niños, el año pasado, cagaron bajo su puerta, como regalo de Navidad. Después otra mujer, que pasaba por ahí, y al escuchar la frase “pegar a los niños”, se nos acercó y empezó a balbucear algo. Decía algo de por qué maltratamos a los niños en pleno día, cuando tendríamos que ser unos ejemplos a seguir. Intentamos contestar algo, pero la vecina del 3ro B empezó a gritar “¡Policía! ¡Policía!”, pero alguien ya había llamado a los maderos, silenciosos cabrones.
Vino una patrulla de maderos urbanos. Los chicos, con uniformes de polis, tenían como máximo unos 28-30 años y con una actitud de gallo alfa se nos acercaron y preguntaron qué estaba pasando, pero esta mujer, algo subnormal, se puso en medio y se puso a describir cómo nosotros, dos hombres de 50 años, primero les dimos de beber esta mierda de cerveza enlatada y luego a pegar a los niños. Yo y mi amigo nos miramos con los ojos bien abiertos y no entendimos qué estaba pasando, como si fuera un sueño absurdo como realidad. Y el de la derecha, que parecía al jefe del dúo, se le acercó a mi amigo y le preguntó de por qué le pegaba al niño. Mi amigo intentó explicar el caso, pero la vecina del 3ro B empezó a gritar que ha visto todo y que será como un testigo en el juicio y que quería bajar ahora mismo.
Ya intentamos explicar los dos, yo y mi amigo, pero la señora un poco subnormal se ponía entre mi amigo y el poli y ya hablaba sobre la educación en la sociedad machista. Al final el poli tuvo que apartarla con algo de fuerza, porque le respiraba casi a la cara. Puede que simplemente quería, la señora subnormal, un poco de esta ternura “machista”, que sólo los hombres pueden dar.
Total. Dentro de unos minutos bajó la vecina del 3ro B, en pijama, y gesticulando con los brazos y tetas por el suelo casi pega a mi amigo. Y él, como lo haría cualquier persona en su sano juicio, simplemente levantó el brazo, bloqueando el golpe como un pedo, y la mano de la vecina se estrelló contra el fuerte antebrazo. Claro. Se hizo daño y empezó a gritar también por eso. Decía que este salvaje la quería agredir también a ella. Dijo que iba a denunciar a mi amigo por violencia de género: “¡Machista de mierda!”, y a mí como su compinche. Yo ya estaba demasiado despierto como para creer en este surrealismo. Miramos a los polis, pero ellos estaban disfrutando del circo, con sus lascivas sonrisas.
Le pregunté a uno si no quería decir nada a las chicas, pero él sacó una especie de bloc de notas y dijo que le iba a proponer para la sanción, a mi amigo. Cojonudo. Lo que faltaba… unos agentes de orden comunitario o hijos de puta o tontos del culo… y las dos variantes son lícitas y tuvieron que tocarnos el sábado, el día sagrado de descanso.
Mis manos, por la no comprensión, automáticamente se juntaron a lo Dürer y empecé balancearlas como pidiendo explicación, pero claro… ¿qué explicación y de quién?
Mientras esta parodia a la vida real se encausaba hacia la multa los chavales, aquellos cagaos, se partían el culo de todo aquello y elporrito soltaba, de vez en cuando: “Sí, sí. Ese, ese”, indicando a mi amigo. La que era un poco subnormal, al ver que apareció nueva protagonista, más subnormal todavía, entendió que no le van a hacer mucho caso y escupió sobre los zapatos de mi amigo y se fue, con la jeta contenta y orgullosa. Y la otra, mi vecina del 3ro B, seguía escupiendo su gilipollez sobre lo pervertidos que somos. También añadió que mi mujer es una puta y yo soy un alcohólico y el tío, con uniforme de payaso, seguía apuntando sus chorradas con una sonrisa.
Al final le entregó, a mi amigo, un papelito con la propuesta para la sanción, dio media vuelta y se fue. Mi vecina los miró con decepción y luego me dijo: “¡Mierda! ¡Tú!”, apuntándome con su dedo, y se fue también. Y nosotros, yo y mi amigo, miramos a los cagaos, que reían como Beavis y Butthead. Ellos tiraron las 3 últimas y vacías latas a nuestros pies, como ofrenda por la diversión, y también se fueron.
Nos quedamos ahí, en silencio.
Ya no teníamos ganas de seguir con el plan de salir a tomar algunas cañas.
En un rato mi amigo me dijo que regresaba pa casa y se fue, y me sentí pena por él, y, al final, yo me quedé solito. Ahí. Sin solucionar el problema que se agrava con cada día y casi todo el mundo hace vista gorda, o no quiere entender.
Gastan un pastizal en publicidad para venderme la imagen de cómo ha de ser un buen ciudadano y las comodidades para él, pero los colegios se quedan sin recibir ninguna contribución educativa, y así tenemos a esos educaos cagaos.
Bueno. Es cierto, y menos mal, que todavía no todos son así.
Espero que vosotros tiráis la basura en el contenedor, porque si no… sois igual de educaos cagaos que aquellos chavales.
Realmente, triste.